Me parece que olvidé escribir. Por primera vez los trazos parecen más adecuados que las letras para encontrarme y expulsarme un poco. Supongo que la profesión va haciendo inevitable mella. He perdido algunas cosas más: los sonidos, por ejemplo, esa tranquilidad de no poder pensar en nada más. Lo abandono, cuerpo curvilíneo, sensual, incitante. Cuerpo oscuro de mujer negra o latina, protuberante, orgánico. Dejo de lado, sin querer y queriendo, ese íntimo escape, un refugio inmaterial que puede ser más fuerte que cualquier construcción. Lo dejo de lado pero lo quiero todo el tiempo, de otra manera, de mil maneras.
Un secreto impulso que decido conservar me anima a resistir lo que me apaga, con la ilusión de lo que imagino: quiero espacios sonoros, donde la materia se acomode a las ondas, a las vibraciones, transmitiéndolas y reflejándolas de tal modo que casi desaparezca, que parezca insignificante aunque sea esencil y deje todo a la vibración emocionante, todo el poder, toda la gracia...
Un secreto impulso que decido conservar me anima a resistir lo que me apaga, con la ilusión de lo que imagino: quiero espacios sonoros, donde la materia se acomode a las ondas, a las vibraciones, transmitiéndolas y reflejándolas de tal modo que casi desaparezca, que parezca insignificante aunque sea esencil y deje todo a la vibración emocionante, todo el poder, toda la gracia...