La besó hasta la muerte. "La mujer por quien él se interesaría debería ser reposada, tener cierto amor a la soledad, dejarlo en paz a veces." H. James
Lloro con la lluvia (siempre). Esta ciudad me derrite con su gris penetrante, me deja tendida en el piso, inconsciente, mojada hasta los huesos de lágrimas gastadas, recicladas, repletas de recuerdos y de desencuentros. La certeza de la inasistencia y la seguridad de incomunicación me destrozan. Sé que nadie vendría, aún si llamo, y me siento incapaz de salir en busca de fantasmas. Toso. Tengo en el pecho densidad insípida, los pulmones llenos de palabras no dichas, de lecturas que me delatan y me susurran que he perdido la época correcta, pieza clave en el rompecabezas amétrico de dimensiones inexactas (espacio-tiempo); la garganta adolorida de tanto callarme aquello que no quiero decir (que es la mayor parte), o que no me atrevo, o que no sé cómo decir; un brazo tensionado que me revela una desprevenida actitud defensiva (paradójico inconsciente), y no sé cuántas cosas más que no quiero examinar por miedo a descubrir, de repente, que ando sin tornillos, superpuesta sobre mí misma apenas en equilibrio.
Me detengo y toso. Toso como una puta tísica decimonónica y mis partes se tambalean, me desfiguro por un momento. Después no sé si quedo bien armada… sospecho que algo se cayó por el camino, pero está tan oscuro que prefiero seguir, confiando en no haber perdido nada demasiado esencial. De cualquier manera he dejado mi linterna y no quisiera, tampoco, despertar murciélagos que luego no me dejen dormir revoloteando sobre mi cama, al acecho, con ganas de meterse en mis sueños. Es así que sigo caminando. Quizás haya pisado una idea brillante que se hundió en un charco e hizo corto circuito… O tal vez se me haya caído un órgano importante… lo descubriré al salir de esta cueva de cíclopes y entonces moriré por defecto.
Me detengo y toso. Toso como una puta tísica decimonónica y mis partes se tambalean, me desfiguro por un momento. Después no sé si quedo bien armada… sospecho que algo se cayó por el camino, pero está tan oscuro que prefiero seguir, confiando en no haber perdido nada demasiado esencial. De cualquier manera he dejado mi linterna y no quisiera, tampoco, despertar murciélagos que luego no me dejen dormir revoloteando sobre mi cama, al acecho, con ganas de meterse en mis sueños. Es así que sigo caminando. Quizás haya pisado una idea brillante que se hundió en un charco e hizo corto circuito… O tal vez se me haya caído un órgano importante… lo descubriré al salir de esta cueva de cíclopes y entonces moriré por defecto.
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