No se cuantas veces te dije que no...

Me sorprendo pensándolo en exceso... Camino por calles azules desaforadas que me devoran, me sumerjo en un murmullo frenético hasta el hastío, grita, la ciudad grita y gime bajo las sombras de los árboles y el peso de su inmensa suciedad. La imagen se distorsiona inevitablemente, ya no sé si es él u otro; lo tengo clavado y lo recuerdo a cada paso, mirándome a los ojos, perdido en el abismo de mis silencios obstinados que se negaban a salir de ese cuadro marchito: zapatillas rojas que no me puse, zapatillas rojas que me dejaron tirada en un escenario vacío, incapaz de hacerme cargo de su mundo. Sin embargo la imagen se distorsiona inevitablemente, no recuerdo su cara con precisión, los gestos se difuminan llevándome a una peligrosa y absurda idealización, esa que ha matado todos mis amores imposibles, esa que se suicida cuando trasciende el contacto visual. A él no puedo idealizarlo porque ha sido real y he escapado ya, antes... Su cara se difumina pero persiste el recuerdo de una cicatriz, de un hueso, de su particular manera de acercarse, de una canción...

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Eiti Leda - Viernes 3 AM.